Proceso de paz y movimientos sociales (I) Imprimir
23/06/2006

Algunas cuestiones claves para seguir reflexionando y caminando.

Una vez pasados los primeros sentimientos, mayormente de optimismo, que produjo el establecimiento por parte de ETA del “alto el fuego permanente”, si algo sabemos es que el proceso de resolución del conflicto vasco va a ser largo. Y que en este tiempo muchos actores tendremos que actuar, intervenir y reflexionar sobre él. Desde muy variados agentes (la iglesia, el PNV, la izquierda abertzale,…) se reclama la necesidad de que la sociedad civil y los movimientos sociales nos impliquemos en este proceso. Algunas de estas reclamaciones suenan vacías, como la del PNV, que mientras apela a la sociedad vasca para que se implique en esta oportunidad histórica, prohíbe a sus bases participar en la manifestación del pasado abril en favor de un proceso democrático para la resolución del conflicto convocada por un amplio espectro social y político. Ante otras somos escépticos, básicamente debido al papel que han desempeñado los diferentes actores, incapaces de demostrar durante años el más mínimo interés por solucionar este conflicto.

Advertimos que lo relevante de la nueva coyuntura no es tan sólo el alto el fuego declarado por ETA, sino lo que éste parece reflejar: la existencia de un proceso marcado por unas voluntades políticas que entienden que el conflicto político y militar se puede resolver a través del dialogo entre los diferentes agentes y sensibilidades. Sea como fuere esa “cocina” ha generado un nuevo escenario, aunque las políticas represivas por parte del Estado no se hayan detenido. Es necesario tener en cuenta que si hemos llegado hasta aquí es también porqué en el terreno público se ha conseguido mantener la acción colectiva, la generación y extensión de la identidad de un pueblo con derecho a decidir. Desde las movilizaciones en contra de la ya olvidada central nuclear de Lemoniz hasta luchas recientes contra el Tren de Alta Velocidad (TAV) pasando por la solidaridad con los y las presas, la apertura por subscrición popular de nuevos diarios frente al cierre de Egin y Egunkaria, la insumisión, la lucha por incorporar a la agenda y a las reivindicaciones del movimiento de resistencia global el derecho a la autodeterminación de los pueblos sin estado,… muchos son los ejemplos de este poder de movilización social de nuestro pueblo. Y somos principalmente los movimientos sociales los que hemos mantenido esta tensión social y así lo han visto claro las estancias represoras del estado al querer incriminar a los movimientos sociales (el más claro ejemplo el sumario 18/98).

Una lucha que no solo ha posibilitado que a lo largo de estos años se haya mantenido viva la esperanza de cambio, sino que también ha hecho posible compartir, convivir y crear redes en diferentes luchas y resistencias. Esta convivencia no siempre ha sido positiva: está claro que algunas experiencias han provocado recelos, distanciamientos y desencuentros dentro de diferentes sensibilidades que también tendremos que tener en cuenta. Es indudable también, que en muchos terrenos los movimientos sociales hemos perdido fuerza e implantación. Las maneras clásicas de totalitarismos ideológicos, la cada vez menos participativa sociedad y también la represión que vive toda iniciativa que plantea cambios en el status quo son, a grandes rasgos algunas de las razones de este declive. Pero a pesar de ello seguimos estando en el escenario público y gracias a ello hoy es factible esta posibilidad de cambio.

Oportunidades, desafíos e incertidumbres.

En todo proceso social, junto a cualquier oportunidad política existe un desafío, que a su vez genera una incertidumbre y provoca unos resultados. La oportunidad ya la hemos identificado. El desafío es en el que nos encontramos en estos momentos: una parte de esta sociedad se ha enfrentado y ha rechazado que el conflicto se pueda arreglar con políticas represivas y a su vez ha manifestado un agotamiento de marcos como la constitución, la unidad del estado español o el estatuto. Pero dentro del desafío no sólo esta el “herri bat gara” (somos un pueblo) sino qué queremos decidir, cómo es ese pueblo y qué características políticas y sociales debe tener. Debemos seguir respondiendo imaginativamente a la represión que hoy sigue activa, haciendo posible la participación de las ahora ilegales ideas políticas pero a la vez debemos seguir generando espacios de autonomía, de creación y recreación de los valores que como nación y como pueblo nos identifican. Tenemos que trabajar para que las personas y los pueblos (y no sólo el nuestro) puedan participar y decidir libre y democráticamente su futuro. Necesitamos seguir haciendo frente y generando alternativas a la ofensiva en la que el capitalismo y el neoliberalismo tienen inmersa a nuestra sociedad donde los proyectos de grandes infraestructuras, la precariedad, la privatización, la condición de las personas en situación de exclusión y pobreza, la inmigración, el problema de la vivienda son la punta del iceberg de una sociedad donde absolutamente todo tiene precio.

Como decíamos anteriormente todo desafío conlleva una incertidumbre. Nadie a día de hoy sabe como puede acabar este proceso, pero algunos ejemplos en la historia de nuestro país y de otras partes del mundo nos demuestran que los resultados pueden ser muy diferentes y antagónicos. Un escenario de desmotivación debida a la delegación del protagonismo por parte de los movimientos sociales y la ciudadanía a favor de la política profesional, una mayor represión, un proceso de reforma que no satisfaga las reivindicaciones de la sociedad y que en cambio las neutralice; un proceso de cambio más democrático basado en una mayor movilización y en un papel activo de la sociedad civil y los movimientos sociales. Todos son escenarios posibles y debemos de tenerlos en cuenta, sobre todo los negativos, para poder hacerles frente y superarlos.

Desde luego lo referido a lo externo a los movimientos sociales no es nuevo ni desconocido. El papel del PSOE-PSE, del PP-UPN y de la mayoría social en el estado por un lado, y el papel del mundo nacionalista relacionado con el PNV por otro, son las más evidentes. Habrá que ver la capacidad que van a tener de arriesgar, y hasta qué punto serán capaces de resolver sus contradicciones internas para generar un proceso de resolución donde la estabilidad y lo “política y económicamente correcto”, es decir sus intereses, no sean lo único que les mueva.

Más importancia tiene desde nuestro punto de vista lo relacionado con la coyuntura interna. Está claro que si se quiere llegar a una resolución satisfactoria la movilización en la calle y participación activa y constructiva del mayor número de personas es crucial. Para ello es necesario reforzar la amplia y diversa red de movimientos sociales generando así alianzas y apoyos dentro, pero también fuera de nuestro país. Conseguir complicidades y la solidaridad de otras naciones y pueblos, de la izquierda y de otros movimientos sociales a nivel mundial. Y también de las bases o personas cercanas a otras culturas nacionalistas y no nacionalistas de nuestro entorno. Involucrarles, en definitiva, en una resolución basada en más democracia y más participación.

Muchas de las declaraciones que de uno y otro lado oímos no van en este sentido. Por ello nos parece importante rescatar esta pronunciada desde el sindicalismo abertzale: “es el momento de una concreción táctica y estratégica en lo institucional y social de esta nueva transición política. Hoy más que nunca la apuesta independentista y socialista necesita de una praxis sociopolítica definida en contenidos y dinámica social, necesita permeabilizar compromisos de lucha en el seno de las organizaciones”. Esta es para nosotros la labor y el camino a seguir desde los movimientos sociales.

Jon Sanz, Isra Alonso,Iratxe Martin, Imanol Telleria

Komite internazionalistak