Eternamente Begoña Imprimir
14/09/2010

[Gara/Jesus Valencia] Oí hablar de ella (¡maldita fatalidad!) cuando llegó la noticia de su asesinato. Era un 10 de setiembre de 1990. Hubo que esperar varios días hasta que las presiones familiares consiguieran rescatar su cadáver y trasladarlo a Gares. La anatomía forense de Iruñea evidenció el crimen y la solidaridad popular vasca le organizó una emotiva despedida. En aquel ínterin amargo, hablamos y escribimos. Así supe que Begoña García Arandigoyen, una vez egre- sada de la facultad de medicina, se había encaminado hacia la revolucionaria y fascinante Centroamérica de aquellos años, que concebía el ejercicio médico como un servicio a la humanidad y que había querido ponerlo a disposición de los centroamericanos más pobres y corajudos.


Hace unos meses, y al impulso de la editorial Txalaparta, se produjo un hecho bibliográfico sorprendente. Iñaki Gonzalo, Kitxu, -preso político vasco a partir de 1994- habia recreado desde su celda el perfil de la joven internacionalista. Una tupida red de apoyos, que el autor reconoce en su obra, había hecho posible el trabajo. «¡Cómo no quererte, Alba!» es el título de este librito que proyecta, con admirable belleza y ternura, el encuentro de dos vidas intensas: la de la internacionalista y la del gudari. Desde su observatorio de hormigón rastrea Kitxu la vida de Begoña y encuentra en sus ancestros numerosos vestigios rojos y republicanos; siembra de justicias que, necesariamente, tenía que fructificar en cosecha de generosidades. Begoña renunció a ser la doctora joven y mona en un centro médico al uso. La clínica del FMLN en Managua fue su bautismo de dolor. A través de sus maltrechos pacientes conoció algo que no explican las clasistas facultades de medicina: el alto cupo de sufrimiento que suelen pagar las gentes revolucionarias. Entre dolores y amores, el corazón de nuestra paisana se ensanchó. Supo que en la primera línea de fuego, los heridos salva- doreños eran muchos, y los médicos, escasos. Tras largas cavilaciones, tomó la decisión que marcaría su vida y le acarrearía la muerte.

Con 24 años asombrosamente maduros, Begoña (convertida en Alba) fue superando las incontables dificultades que se cruzaron en su marcha: caminatas nocturnas -a ciegas y en silencio- para irse adentrando en el frente; la proximidad de patrullas enemigas; la desazón del amor traicionado; la desconfianza de los guerrilleros que no la creían curtida; los retos profesionales que superaban, con creces, las responsabilidades de una recién egresada; la necesidad de atender a los heridos con cariño y cuatro remedios escasos; la amenaza permanente de una muerte acechando desde los helicópteros o tras cualquier matorral. Así llegó el 10 de setiembre de 1990. Muchos de nuestros pueblos se sumer- gían en fiestas; el subsargento Tereso de Jesús se aprestaba a matar guerrilleros; Begoña, embarazada de meses, cargaba el material médico con el que atender a los potenciales guerrilleros heridos. Tras el encontronazo, la balacera que dejó herida a la médica vasca. El subsargento la trasladó al destacamento militar donde sería rematada, vaciada del feto y sepultada.

Gracias, Begoña, por tu vida. Gracias Kitxu, por tu relato.