[La Jornada / Rafael Hernández*] Imaginemos por un momento que tenemos delante a Raúl Castro y entablamos una conversación franca y ecuánime sobre la política cubana y sus problemas.
–Déjeme ser abogado del diablo y empezar por el pluralismo. ¿Por qué Cuba no adopta un esquema multipartidista, como Europa del este, España, el propio México? ¿No está el Partido Comunista seguro de que pueda retener el voto de la mayoría si compitiera con otras organizaciones?
En ese plano conversacional, quizá Raúl respondería: "Supongamos que el PCC se dividiera en tres, digamos, un Partido de la Revolución Socialista de Cuba (PURSC), un Partido Revolucionario Cubano (PRC) y el PCC, todos anticapitalistas, pero diferentes, ¿sería este sistema bastante pluralista?" En mi papel de abogado, volvería a la carga: Y la oposición histórica genuina, el exilio, ¿no podría participar en campañas electorales, con sus propios recursos? ¿Y otras fuerzas internacionales (socialdemócratas, liberales, demócrata-cristianos) no podrían apoyar esta oposición, con la meta admisible de restaurar el capitalismo? De otra manera, esos tres partidos serían vistos como puros cambios cosméticos. Raúl comentaría: "Precisamente. ¿Entonces deberíamos ser más pluralistas que Estados Unidos, Francia, España? ¿Qué partidos tienen una chance real de instaurar un socialismo de verdad en esos sistemas? Además, ¿por qué no pedirles lo mismo a los chinos y a los vietnamitas?; ¿será que ellos son potentes tigres asiáticos, no islitas en el golfo?"
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