[Revista Pueblos / Gorka Martija y Marije Etxebarria*] Una simpática estampa se ha tornado familiar en los últimos años para el tejido asociativo, social y político vasco: un enorme caballo de cartón-piedra a la cabeza de una marcha de protesta por las calles de una ciudad cualquiera de Euskal Herria. Es el “caballo de Troya” de los tratados de comercio e inversión, un cachivache que entraña una gestión logística cuando menos complicada, pero que genera un indudable impacto visual y simbólico, y que se ha convertido en el “amuleto” de la campaña vasca contra la arquitectura de la impunidad que representa la nueva oleada de tratados de comercio e inversión.
Es la Campaña Euskal Herrian TTIP-CETAri Ez! A continuación desgranaremos algunos aspectos fundamentales que han caracterizado su andadura, porque las alternativas al modelo hegemónico no adquieren carta de naturaleza únicamente en torno a un horizonte final que queremos alcanzar, sino que se van construyendo desde el primer minuto en que cobra vida una experiencia compartida de movilización. Este es un resumen de nuestra experiencia como aporte a este proceso.
Origen de la iniciativa La Campaña Euskal Herrian TTIPari Ez se constituye, como en tantos otros lugares de Europa, como consecuencia directa del salto a la palestra mediática en 2013 de la negociación del tratado entre la Unión Europea y Estados Unidos, el TTIP. 2013 es el año en el que se hace pública su existencia, pero lo cierto es que venía pergeñándose desde varios años atrás. Al comenzar en 2013 las negociaciones formales del tratado (la primera ronda oficial tuvo lugar entre el 7 y el 12 de julio en Washington DC), las autoridades de ambas partes se vieron en la obligación de hacer pública la existencia de un proceso hasta entonces desarrollado en la más absoluta clandestinidad.
En ese momento suenan todas las alarmas del movimiento social, político y sindical a ambos lados del Atlántico, comenzando inmediatamente a darse las primeras articulaciones colectivas. También en Euskal Herria, que ya durante la segunda mitad de 2014 acoge unas primeras reuniones que tratan de hacer frente al desconcierto general respecto a estos asuntos, aparentemente lejanos, ininteligibles e inaccesibles para el común de las mortales.
En octubre se produce un primer encuentro impulsado por el sindicato campesino EHNE-Bizkaia, cuyo papel dinamizador en los siempre difíciles comienzos hemos de destacar. La decisión de organizar un espacio específico para la lucha contra el TTIP surgió como consecuencia de una reunión que diversos agentes mantuvieron en diciembre de 2014 con una representación del GUE/NGL y EH Bildu, en la que se trasladó la información de manejaban sobre el contenido de las negociaciones. El GUENGL también dispuso los medios para que una serie de personas del tejido social, político y sindical vasco viajaran poco después a Bruselas para participar en una dinámica europea en torno al TTIP. Al regresar comenzaron las reuniones de la campaña, ya constituida formalmente.
Y decimos bien, TTIPari Ez, porque este es el nombre original de una campaña sometida a un proceso acelerado de aprendizaje respecto a lo que representan este tipo de acuerdos. Así, aunque el TTIP es un tratado importante, forma parte de una lógica que lo trasciende. En este sentido, la aprobación y ratificación del CETA entre la UE y Canadá supuso un hito central que nos llevó a caer en la cuenta de que estamos ante un proceso que va mucho más allá del TTIP. En consecuencia, tuvimos que ir ampliando progresivamente nuestro ámbito de actuación como campaña, incluyendo nuevas casuísticas, nuevos tratados, incorporando el reflejo de este aprendizaje también en el nombre de nuestra dinámica. Como veremos, esta mirada más amplia e integral este es uno de los principales horizontes estratégicos que nos planteamos a futuro.
¿Por qué una campaña? Como es natural cada vez que se comienza a articular un nuevo espacio colectivo de movilización, uno de los primeros debates que surgieron fue precisamente el de la forma que debía adquirir el espacio. Un debate aparentemente metodológico pero con profundas implicaciones políticas, en la medida en que afectaba a cuestiones nucleares: formas y vías de participación, agentes involucrados, y una determinada perspectiva respecto a cómo permeabilizar al conjunto de la sociedad vasca. Así, frente al clásico modelo de plataforma como mera agregación de sujetos previamente organizados (las conocidas “sopas de siglas”), se estableció como punto de partida la reflexión de que era necesario trascender ese modelo y sus limitaciones inherentes. Surgió así la idea de articularse como campaña. La noción de campaña nos remite a un intento expreso por impulsar dinámicas más ágiles de participación y, sobre todo, más amplias, tanto en lo que respecta a la metodología de funcionamiento como a los sujetos. Son dos los ejes fundamentales de esta apuesta. Por un lado, la campaña no respondería únicamente por las iniciativas que de su seno surgieran expresamente, sino que se convertiría en una palestra colectiva que daría soporte también a las iniciativas autónomas que, en torno a la cuestión concreta de los tratados, impulsasen los diferentes colectivos, organizaciones o personas que forman parte de la misma. Por el otro, el espacio estaría abierto no solo a organizaciones sociales, políticas y sindicales, sino también a otro tipo de espacios y, sobre todo, a personas individuales que desearan participar en la lucha contra la nueva oleada de tratados.
Un espacio más elástico en su metodología organizativa, con el fin de potenciar dinámicas de mayor participación, es decir, la democratización misma del espacio de movilización. Como decíamos al comienzo, las alternativas se comienzan a construir y dibujar desde el momento en que se pone la primera piedra del proceso de movilización, y no únicamente al final del mismo. Y en la lucha contra los tratados, la democratización de la vida y la construcción de soberanías plenas sobre todos los aspectos de nuestra existencia cobran una relevancia de primer orden.
Diversidad La construcción de movilización y alternativas requieren de la participación de sujetos diversos, que respondan a las distintas expresiones que adopta el modelo de dominación capitalista imperante. Así, la campaña se ha situado ante el reto de articular la gestión de la pluralidad existente en su seno, en distintos ámbitos y dimensiones.
En cuanto a los agentes involucrados, es preciso señalar que estamos ante uno de los espacios que mayor inclusividad ha podido concitar en el contexto del movimiento popular vasco en los últimos tiempos. Esto queda de manifiesto especialmente en el ámbito sindical, pues Euskal Herrian TTIP-CETAri Ez! cuenta con la participación activa de ELA, LAB, CCOO, CGT, STEILAS y ESK. Lo mismo podemos señalar respecto a las organizaciones políticas participantes, entre las que se cuentan EH Bildu, Ahal Dugu-Podemos o Ezker Anitza. Junto a ellas, participan activamente organizaciones sociales referenciales en sus respectivos ámbitos sectoriales, como REAS-Euskadi, Ekologistak Martxan, Eguzki, Ernai, Feministalde!, Coordinadora de ONGD de Euskadi y Komite Internazionalistak entre otras. Destaca la presencia activa del sector del taxi, que cuenta en nuestro territorio con una serie de agentes muy movilizados en torno a la lucha contra los tratados. El movimiento feminista también ha tenido un papel en nuestro desarrollo, y el hecho de que la Caravana Feminista de la Marcha Mundial de las Mujeres (que recorrió Euskal Herria en septiembre de 2015) incluyera la lucha contra los tratados entre sus reivindicaciones tuvo gran importancia a la hora de socializar nuestras demandas y movilizaciones. En segundo término, uno de los hitos fundamentales en la andadura de la campaña en estos cuatro años ha sido el esfuerzo por ampliar aún más este espectro de participación, trabando alianzas con otros espacios y sujetos de relevancia en el escenario vasco. Especialmente destacada fue la decisión de articularse con la Carta de Derechos Sociales de Euskal Herria, proceso colectivo que aglutina a más de un centenar de organizaciones sociales y sindicales vascas, y que ya desde sus comienzos señalaba al TTIP como un objetivo de movilización de relevancia. El objetivo permanente es tratar de ampliar cuantitativa y cualitativamente tanto el grado y profundidad de la participación como el volu- men de movilización social contra la arquitectura de los tratados. Tercero y último, hemos de hacer una mención a la gestión de la diversidad territorial dentro de la campaña, ya que es quizá el ámbito que mayores dificultades ha suscitado a lo largo de nuestra trayectoria. La campaña asumió como ámbito de intervención el territorio de Hegoalde, es decir, el comprendido por las provincias de Bizkaia, Gipuzkoa, Araba y Nafarroa.
Al existir dos instancias o niveles diferenciados de organización y debate (el articulado a nivel nacional, por un lado, y el desarrollado a un nivel más apegado al territorio en cada una de las provincias, por el otro), se han producido algunos problemas, como las discrepancias puntuales entre los ámbitos nacional y provincial/local de decisión, la existencia de diferencias respecto a la mayor o menor autonomía entre estos dos niveles o la dificultad para trasladar dinámicas de movilización a alguno de esos territorios en concreto. En cualquier caso, se trata de problemas relativamente habituales en este tipo de iniciativas en un país tan plural y diverso como el nuestro, donde el enraizamiento de base de las dinámicas de movilización es tan agudo.
Balance y perspectivas El balance de estos cuatro años de andadura de la campaña es sin duda positivo. Han sido varias y diversas las dificultades vividas, no siendo la menor de ellas la propia naturaleza de estos tratados de comercio e inversión, farragosos en su contenido, repletos de tecnicismos expresamente orientados a dificultar su comprensión, y que incluso en ámbitos militantes se observan en ocasiones desde una cierta lejanía.
Aun así, se ha conseguido estructurar un espacio estable de articulación, compuesto por agentes de muy diversa procedencia y que representan a sectores estratégicos de peso en el tejido político, social y sindical vasco. También se ha mantenido un ritmo de movilización que ha permitido responder a todos y cada uno de los hitos que se han planteado en la agenda europea contra los tratados en forma de movilización aterrizada en nuestro territorio, habiendo participado también directamente en movilizaciones como la desarrollada en Estrasburgo con motivo de la aprobación del CETA por el Parlamento Europeo el 15 de febrero de 2017. Asimismo, al margen de las dinámicas generales, se ha conseguido dotar de sustantividad a una agenda vasca de lucha contra los tratados, con iniciativas propias, y desarrollar un trabajo de formación a nivel local a través de charlas y talleres bastante extenso.
De cara al futuro, la campaña se encuentra en un momento de necesaria reflexión estratégica. Tras la aprobación y entrada provisional en vigor del CETA, en el impasse en el que parece encontrarse la negociación del TTIP y dado el surgimiento de toda una oleada de tratados bilaterales que la UE quiere cerrar con una gran multitud de sujetos (Japón, Mercosur, etc.), nos enfrentamos al reto de reformular el contenido, el discurso y las formas de intervención en torno a dos ejes de reflexión.
En primer lugar, sabemos que la lucha no afecta únicamente al TTIP, sino que abarca toda una serie de tratados de menor proyección mediática. Entre todos conforman una tupida red que pone en cuestión soberanía y derechos. Lo que comenzó como una lucha frente a un tratado concreto ha alcanzado una amplitud que lo trasciende ampliamente, algo que evidenció claramente la entrada en escena del CETA en 2016 y 2017.
De la misma manera, la lucha no es solo contra los tratados entendidos en un sentido estrecho. Los tratados son un mero instrumento del capitalismo que viene, y no al revés. Son la manifestación, el síntoma, la consecuencia, y no causa originaria. Es necesario incorporar esta reflexión en nuestra orientación estratégica e insertar las dinámicas de la campaña en el marco de la lucha global contra el poder corporativo. Es la agenda corporativa para el siglo XXI la que da sentido a la nueva oleada de tratados, sin la cual no tendría razón de ser. Disponemos de un acumulado de experiencias y aprendizajes que nos permite enfrentar una nueva etapa de sensibilización y movilización con un bagaje potente y una mayor claridad estratégica, dar un salto cualitativo en formas de lucha y contenidos, y continuar aglutinando a cada vez más sectores contra esta arquitectura de los tratados al servicio de las grandes corporaciones transnacionales.
*(Gorka Martija es investigador del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad y Marije Etxebarria forma parte de Steilas)
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