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Extractivismo, historiografía y dialéctica PDF Imprimir E-mail
05/11/2015

samActualmente Colombia atraviesa un momento de su historia en el que se consolida el extractivismo como política de Estado. Pero ¿qué es el extractivismo? ¿Cómo se inserta en un todo como es el sistema capitalista? ¿Cuál método de análisis permite su mayor comprensión?
Para comenzar se tiene una conceptualización bastante completa del extractivismo donde se afirma que es “el conjunto de actividades económicas –con sus correspondientes derivaciones militares, sociales, políticas, ideológicas y culturales– que posibilitan el flujo de materia, energía, biodiversidad y fuerza de trabajo desde un territorio determinado (en este caso Colombia) hacia los centros dominantes en el capitalismo mundial, donde se consumen a gran escala para garantizar la reproducción del capital”1.

A pesar de la terminología moderna –biodiversidad-, lo que se conceptualiza como extractivismo no es un fenómeno novedoso en la historia. Desde la llegada de Colón a costas americanas inició la universalización del proceso histórico, conocida como globalización. También se inició una división internacional del trabajo que por primera vez era global y que dispuso que América Latina fuera exclusivamente una fuente de recursos naturales en el escenario económico global. Durante la Colonia fue la plata del Potosí, la caña de las Antillas y el oro de todo el continente; con la primera independencia y el amanecer republicano se le sumó el guano, la quina, el salitre y el caucho; en el Siglo XX llegaron por el carbón, el petróleo y el cobre; y actualmente se sumó la extracción de nuestro material genético, biodiversidad, agua, tierras y biomasa.



Así las cosas, cabe preguntarse por qué tanto ruido alrededor del extractivismo si al fin y al cabo no es nada nuevo. La respuesta a esa pregunta se divide en dos apartes principales:

i) El escape fallido: durante la mayor parte del siglo XX, América Latina trató de ganarse otro puesto en la mentada división internacional del trabajo, esto se dio en el marco del llamado modelo cepalino y sus principios keynesianos, los mismos que salvaron a la economía capitalista del “crack” de 1928. La idea de esa temprana Cepal era configurar un escenario económico latinoamericano industrializado, donde primara el valor agregado, se sustituyeran las importaciones y se fortalecieran los mercados internos, de manera tal que se superara el estadio económico en que la región se limitaba a ser una fuente de recursos naturales. Sin embargo, las ineluctables crisis del capitalismo y el desvanecimiento del bloque soviético como una alternativa viable para los pueblos, dio paso a la hegemonía de nuevas ideas y principios que se identificaron como “neoliberales” en el plano político y “neoclásicos” en el económico. Este nuevo momento geopolítico finiquitó cualquier interés por tecnificar los sistemas productivos en América Latina. Según el fundamentalismo de mercado y su concepción sofista de las ventajas comparativas, esos países solo sirven para ser colonias mineras. Esto significó el retorno del extractivismo a la región, con nuevos bríos y un marco político, teórico e ideológico que le justifica y retroalimenta.

ii) La crisis civilizatoria: con el término “crisis” se pretende denotar un cuestionamiento generalizado, pero no siempre explícito, a un conjunto notablemente grande y significativo de actividades, creencias, instituciones, valores, teorías, usos y conductas que en buena medida tipifican, delimitan y norman concepciones de ser y vivir. Pero esta crisis es particular y novedosa, por eso se le adjetiva como “civilizatoria”. La consciencia sobre su existencia tomó forma con la crisis financiera de 2008, la misma que rápidamente se convirtió en una de carácter económico. Simultáneamente estallan o se recrudecen otras crisis como la energética, por el agotamiento de las reservas de combustibles fósiles; la alimentaria por la destrucción de la producción campesina, el aumento global de los precios de los alimentos y la destinación de las mejores tierras para cultivo de agrocombustibles; la crisis humanitaria por el recrudecimiento de las víctimas civiles en los distintos conflictos armados del mundo y la crisis sanitaria por las precarias condiciones de salubridad presentes en extensas porciones de la población mundial, los precios prohibitivos de los fármacos y el surgimiento cíclico de pandemias. Es así como actualmente se tiene una conjunción de distintas crisis globales. Pero la que definitivamente pone en riesgo a la civilización misma es la de carácter ambiental.

En virtud de esa crisis, hoy en día el planeta Tierra está en proceso de cambio climático y se corre el riesgo de que deje de ser habitable para el ser humano, lo paradójico es que es el mismo ser humano quien provoca y alimenta la crisis con la contaminación y la destrucción ambiental. Esto ha sido comprobado científicamente hasta la saciedad, por ejemplo en la reunión del Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU en Estocolmo durante el 2013. En cuanto a Colombia, ya aparece entre los países afectados por esa crisis ambiental2. El tema ha sido objeto de diversos estudios técnicos y científicos que versan sobre los impactos del extractivismo en el país. Se destaca el reporte emitido por la Contraloría General de la República en el año 2013, donde se concluye que el extractivismo ha redundado en contaminación, pobreza y corrupción.

Se ha considerado pertinente exponer dos aspectos historiográficos del extractivismo que cubren un lapso que va desde principios del siglo XX hasta la actualidad: el denominado escape fallido y la crisis civilizatoria. Esa información es útil para comprender y conceptualizar qué es el extractivismo y para poder actuar frente a su existencia. Esta comprensión y conceptualización requieren de un análisis dialéctico, en el sentido que el mismo tiene desde la tradición marxista donde el problema central del método dialéctico es la transformación de la realidad, en palabras exactas de Georg Lukács3. Ese tipo de análisis es el que revela a la realidad como una totalidad cambiante y ubica en ella al objeto de estudio. Se califica como cambiante porque es histórica, lo que implica un ininterrumpido proceso de transformación y torna necesario un repaso de su evolución. Cuando este repaso se hace desde la dialéctica, los hechos ya no se presentan como elementos inconexos en una realidad caótica. Por el contrario, los hechos se comprenden como partes de “la concreta unidad del todo”4.

Lukács afirma en su gran obra Historia y conciencia de clase, que no estamos condenados a la existencia brutal y cruel que constituye nuestra realidad bajo el sistema capitalista. Esta afirmación esperanzadora se basa en comprender la dialéctica y el método marxista como herramientas descubridoras del cambio y a la vez constructoras de una nueva realidad que tampoco será pétrea, pero que sí será mucho mejor. Es momento de tomar las herramientas.
***

1VEGA CANTOR, Renán. Extractivismo, enclaves y destrucción ambiental. Ver: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=188553
2CONTRALORÍA GENERAL DE LA REPÚBLICA. Minería en Colombia Fundamentos para superar el modelo extractivista. Mayo de 2013. Pág. 119. Ver: http://www.contraloriagen.gov.co/documents/10136/182119332/Libro_mineria_sep3_2013.pdf/65bf77a0-8b0b-430a-9726-dad0e72639c6
3LUKÁCS, Georg. Historia y conciencia de clase. Grijalbo. Barcelona. 1975. Pág. 4
4Ibídem. Pág.7

 
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