El CETA, caballo de Troya del TTIP |
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2016/06/11 | |||
El CETA, el TTIP canadiense Es igual de peligroso (o más) que el TTIP Por otro lado, de nada serviría tumbar el TTIP si el CETA saliera adelante. Primero, porque llevaría exactamente a lo mismo que el TTIP: una bajada generalizada de los estándares europeos con la consiguiente disminución de protección laborales, sociales, ambientales o culturales. Por ejemplo, además de facilitar la exportación de transgénicos o la poca protección de algunas denominaciones de origen, el CETA traería consigo por ejemplo una mayor duración en las patentes de las farmacéuticas (aumentando el precio de los medicamentos y perjudicando así a las personas más desfavorecidas). Segundo, las multinacionales estadounidenses utilizarían el CETA a través de sus filiales canadienses para tener acceso al mercado europeo. El CETA sería por tanto el caballo de Troya de un TTIP fallido. Si fuera poco, la implementación del CETA abriría una puerta trasera a los tribunales de arbitraje privados que tanta polémica han despertado en el TTIP (y llamados ahora ICS). Por mucho que los negociadores se hayan sacado de la chistera una nueva propuesta puramente cosmética, este mecanismo sigue socavando nuestras democracias. ¿Nos parece normal, por ejemplo, que la multinacional TransCanada reclame a Estados Unidos 15.000 millones de dólares ante el rechazo por parte del gobierno de Obama de que el oleoducto Keystone XL atravesara el país como medida contra el cambio climático? Al igual que ocurre con el TTIP, rechazamos que grandes corporaciones puedan demandar a un Estado por considerar que sus beneficios privados valen más que las legislaciones colectivamente aprobadas. Hay más. El CETA también atenta contra los derechos laborales y los servicios públicos. Como denuncia conjuntamente el movimiento sindical europeo y canadiense, el derecho de sindicación y de negociación colectiva no vienen fuertemente recogidos en el Tratado. Lo cual no nos tendría que sorprender: Canadá está lejos de haber ratificado todos los convenios de la Organización Internacional del Trabajo. Además, cláusulas como la llamada “lista negativa” ( standstill en los textos) recoge que los Estados deben elegir una lista limitada de servicios que no quiere que sean privatizados. Todos los demás, incluyendo los futuros, estarían abiertos a competencia extranjera y a una posible privatización que difícilmente se volverían a gestionar públicamente por su alto coste (debido a otra cláusula llamada trinquete). Por último, como su hermano menor, el CETA tampoco va acorde con la lucha contra el cambio climático. Al incentivar el transporte transatlántico, la comercialización del petróleo más sucio, del fracking o de las arenas bituminosas, frenar la producción de energía limpia local y por ende aumentar las emisiones de CO2, se traduce en un flagrante incumplimiento del recién firmado acuerdo climático internacional de París. Es hora de ser coherentes y poner la economía al servicio de las personas y del clima. Hay alternativa Además supone superar la estrategia del NO y apostar también por una estrategia del SÍ. Es decir, tenemos que ser capaces de construir una alternativa al modelo comercial depredador dominante que nos quieren colar . Lo cual supone construir a su vez un imaginario colectivo diferente al del crecimiento, de la globalización y de la competencia (como lo explicamos aquí) y también ofrecer una propuesta comercial diferente (como por ejemplo lo hace el “ Alternative Trade Mandate”). El comercio no es un fin en sí mismo. Es una herramienta para mejorar la vida de las personas, respetando al mismo tiempo la naturaleza. Por tanto, necesitamos optar por un comercio justo y ecológico que prime la protección de las personas, el planeta y el resto de sus seres vivos. La lucha contra el TTIP pasa por la lucha contra su hermano mayor, el CETA. (Artículo publicado en el diario.es)
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